Empiezo a cansarme de ser amable contigo. En esta vida hace falta tenerlos cuadrados y ponerse frente a los errores, dejar atrás el odio y ser valientes. Tengo un futuro, una meta, un hueco por completar y un millón de oportunidades para hacerlo, y tú no entras en la ecuación.
He dejado caer intentos sin una respuesta a cambio.
Mi conciencia está tranquila, se alimenta de la amnesia. No hay más oportunidades. Arranquemos la página, cerremos expediente...
Mi vida se sostiene sobre un castillo de naipes, un material algo ligero pero que sobre la mesa pesa. Los comodines no se regalan así que cuento con las cartas que barajo. Veamos cuanto tiempo tarda el viento en derribar de nuevo la estructura antes de que llegue a la cima... Es un reto, intenta tumbarme.
Es como morir, pero sin ganas... No ves el momento de dejar de respirar, dejarlo todo atrás te ate lo que te ate. No hay forma de detener el mecanismo.
Un suicidio, una frase que recordarás toda tu vida, que te dejará marcada para siempre. Treinta minutos nunca significaron tanto.
Nadie entiende la culpa, todos bajamos las armas cuando no hay nada por lo que luchar, parecía haberlo, pero nunca estuvo ahí.
No nos engañemos, cuando rompes una relación en dos nunca piensas en ambas partes, más por tu orgullo y por tu honra que por tí misma.
Puedes dejarte flagelar, un glope tras otro, tu corazón permanecerá en pie, amoratado y sufriendo, aunque tu dignidad se corrompa de manera tan insolente.
Acabar con algo que amas por amor propio no es un error a largo plazo, o eso dicen. Una cosa es clara, cuanto más amas más sufres. Es como cortar una conversación a mitad, dejar el teléfono colgando en el aire y un latido intermitente que se apaga, poco a poco conforme se desvanece la cobertura, un asunto cerrado, pendiente, muerto y sin enterrar, pero latente. En el momento de retroceder ya no hay nadie al otro lado.
Las evidencias saltan a la vista y a la intuición, tan ciertas como las lágrimas que lloro es el sentimiento que no quería que volviera conmigo, dulce pero ponzoñoso. De demasiadas cosas me arrepiento y otras muchas acabaron por corromperme. Los recuerdos se convierten en un cáncer en mis venas, me devora de arriba a abajo, la vergüenza, la impotencia y el resto de sensaciones antirrespiratorias que no sé como nombrar. Se puede decir que te echo de menos, más como amigo que como lo que llegó a ser, pero la distancia es ya insalvable.
No entiendo en qué momento decidiste dejar de mirarme a los ojos...
Es pequeño el agujero por el que puedo percibirlo todo. La distancia no cura, tampoco el tiempo. Sabemos que tenemos que cargar con una cruz, y lo que queda de sufrimiento. En los túneles más oscuros existen arcoiris luminosos, linternas que te alumbran y te muestran cómo salir de allí. Recorarás este lugar y las pintadas que dejaste. Algunas hablan de odio, otras muchas de melancolía, fragmentos rebeldes de una estructura que se tambalea. La supervivencia se limita a sujetarse a lo que se presente. Todo puede estar en orden, si dejo entrar algo de luz... Todavía hay asuntos pendientes por resolver, uno de ellos permanecerá siempre abierto, latiendo y supurando recuerdos, despertando demonios. Me niego a deshechar más oportunidades. Prometo seguir al frente y con la cabeza más alta que nunca, porque ya he vivido demasiado de rodillas y con un latigo en la espalda. Que prefiero morir viviendo que vivir muriendo en un recuerdo, y si muero en el intento, que sea de pie, y no despierta en mi sufrimiento.
Siempre hay algo que falta, una pieza de la que creemos poder llegar
algún día a estar cerca. Cada uno espera o se lanza a por esa pieza.
Puede aparecer o puede que no, pero ¿quién pierde la esperanza?
Muchas veces nos mantenemos a oscuras, por el miedo de recibir el mismo golpe y no podemos verlo, pero sigue estando ahí, expectante y puede que con las mismas marcas que tú.
En algun lugar existe alguien capaz de arreglar los engranajes de ese
corazón oxidado, cerrar las heridas y devolverte esa parte de ti que
creías haber perdido. Puede llegar en cualquier momento, algunos ya lo
han encontrado. Sé que en algun lugar también hay alguien esperando, al
igual que yo...
En el rincón no hay ni polvo ni cajas, tampoco luz. Y en esta tregua no hay heridos, no hay vencidos, ni derrotas ni batallas que perder. Nadie muere en el intento, nadie lucha... ¿ por qué conquistar un corazón?
Nadie a quien ver, nadie a quien creer, o que tener cerca. Ya nadie sueña, ya nadie quita el sueño. Ya nadie espera.
La gente ciega, las cosas no tienen color. Nadie tiene nada que perder, tampoco que ganar, nadie busca su papel, nada es estable. Nadie tiene nada que decir, ni cosas por las que mantenerse callado, nadie a quien mirar a los ojos, nadie busca, nadie encuentra. Nadie sueña con que sueñen hoy con él.
En esta tregua, no hay barreras ni banderas, ni victorias ni batallas que ganar. Ni secretos que esconder bajo la almohada, nada que dar, nada que mueva.