Siempre me escondí tras una cota de maldiciones, de dolor, complejos, miedos. La primavera muda, retira la piel muerta, la capa olvidada. La realidad no me incomoda, me invaden sus quemaduras, nunca en la piel desnuda encontré tanta protección, ni en la aceptación la clave para encontrar mi propio cobijo. Para convivir con el mundo hay que retirarse el caparazón.
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