Antes de poner mi cabeza bajo tierra
recuerda que yo siempre fui más de océanos
Lo auténtico siempre ha salido caro, caro de sacrificios. Hace el grotesco cuadro de un mundo aprisionado entre paredes abisales, frías y yermas, llenas de desconfianza ante lo que crece en sus gargantas. Las mareas no pueden tragar el odio, borrar lo eterno, llenar las grutas con recuerdos salinos. Últimamente me he visto atrapada en corrientes endergónicas, dando tumbos en la conciencia, agotando cada una de mis ases de batalla como si se negase a dar oportunidades a mis opciones, arrastrándome por caminos que no deseaba, intentando quebrarme como un barco a la deriva con la madera putrefacta y demasiado derrotada de aventuras en sus propias aguas. Siento la necesidad frenética de tener algo tras lo que correr, algo aparte de meramente luchar contra el curso del oleaje. Algo tras lo que seguir. Si bien el mundo me tiene rodeada de seres inertes, las aguas me buscaron refugio y ahogo, ahogo de conciencia. Huir de la mediocridad me enterró bajo océanos vacíos como pulmones colapsados de llanto, sin emerger hacia nuevas orillas. Si bien bajo las aguas agresivas me encontré, seguir algo más que mi eco, haría al océano dejar de tragar.
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